jueves, 5 de marzo de 2015

LA LUZ COMO PRINCIPIO DE TODO

Miles de años investigando sobre el fenómeno de la luz, nos llevan al descubrimiento de la fotografía.
 
Nos remontamos a la prehistoria, cuando el ser humano encuentra en la luz diversos efectos. Proyecciones “mágicas” en el interior de sus cuevas cerradas con pieles de animales, dejando pasar a través de pequeños orificios “imágenes invertidas” en las paredes y techos, estampas latentes que fueron dibujadas por sus habitantes.

¿Os imagináis el asombro que les causaría a esta gente dichas imágenes?
 
Sombras proyectadas por los cuerpos, impresiones de la luz natural del sol en la propia piel del cuerpo humano, realizando sobre diferentes partes dibujos decorativos, colocándose hojas u otros objetos y dejando actuar al sol como “revelador”, quedando así la silueta del objeto empleado ¿estamos ante los primeros tatuajes "ópticos"?, o el descubrimiento del fuego, usado como fuente lumínica.
 
En el antiguo Egipto ya se usaba la sombra proyectada por los obeliscos para medir el tiempo, e incluso sus edificios eran orientados de tal manera que sus bajorrelieves adquirieran volumen y tuvieran una mejor visión. En esta época ya se usaba la luz (utilizando los primeros objetos metálicos) para desviar y guiarla en el interior de las pirámides. También usaron vidrios en forma de lente para encender fuego.
Así, la luz ha sido imprescindible para el desarrollo de la humanidad.
En el norte de Europa, entre los años 750 a 1050, los navegantes vikingos no podían valerse de las estrellas como guía durante los largos veranos de luz permanente, por lo que emplearon un cristal polarizador que permitía pasar a través de él solo una parte de determinadas direcciones, con lo que podían deducir la posición del sol.
 
Esto son tan solo unos pocos ejemplos en los que comprobamos el conocimiento de ciertas peculiaridades de la luz desde la antigüedad.
La luz fue fundamental en diferentes campos artísticos (como podemos comprobar en la escultura, pintura y arquitectura), plasmando sus propiedades o aprovechándolas para un mejor entendimiento de la obra. No es concebible admirar una obra de Caravaggio o Sorolla, el Partenón de Atenas o la obra Le Corbusier,  la escultura de Bernini o del maestro Oteiza sin el estudio de la luz.
 
Es el filósofo Chino Mo-Ti (s. V a. C.) quien descubre que la luz viaja en línea recta, y que cuando esta atraviesa un pequeño orificio de una habitación oscura, forma una imagen invertida en el lado opuesto al agujero. Lo llamaría “el lugar de recoger” o  “la habitación del tesoro encerrado”.
 
En occidente, los griegos comenzaron a cuestionarse la naturaleza de la luz, sosteniendo algunos, como Empédocles (490-430 a. C), la teoría de que veíamos los cuerpos, debido “a los rayos de luz que salían de nuestros ojos tocando los objetos”. Esta teoría fue rebatida por Aristóteles (384-322 a.C.).
En el siglo IV a. de C. durante un eclipse parcial, Aristóteles observó el sol en el suelo cuando sus rayos atravesaban las hojas de los árboles. Experimentó realizando agujeros de diferentes formas en las hojas, dándose entonces cuenta, que no importaba cómo era el agujero, ya que la forma del astro rey proyectado era siempre circular.
También se dio cuenta al usar la cámara oscura, que el tamaño del agujero, (estenopo) influía en la nitidez de la imagen, advirtiendo que cuanto más pequeño era, más perfecta era la imagen.
 
Los estudios sobre la luz prosiguieron, y fue un matemático, físico y astrónomo árabe llamado Alhazen (965-1040) en el siglo XI, quien realizó los primeros estudios sobre la refracción de la luz y el proceso de la visión, describiendo acertadamente las partes del ojo. Alhazen profundizó también sobre el funcionamiento de la cámara oscura.
 
 
Alhazen y la cámara oscura.
 
Estudiosos como Roger Bacon (1214-1294) o Descartes (1596-1650) continuaron estudiando sobre la visión y la óptica, llegando a realizar nuevos descubrimientos...
 
 

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